"El 30 de septiembre escribió que tenía intención de visitar la iglesia de High Street esa misma noche. A continuación, con fecha del 1 de octubre, había varias frases escritas evidentemente con precipitación: «¡Qué deformidades, qué perversiones cósmicas! ¡Casi demasiado monstruosas para la razón humana! Todavía no puedo dar crédito a lo que vi al bajar por aquella escalinata de ónice que conduce a las criptas. ¡Qué manada de horrores!... He intentado marcharme de Temphill, pero todas las calles van a desembocar a la iglesia. Creo que me estoy volviendo loco.» Luego, al día siguiente, mi amigo había garabateado estas palabras desesperadas: «No puedo salir de Temphill. Ahora todas las calles desembocan en mi casa. Este es el poder de los que están al otro lado. Quizá Dodd pueda ayudarme.» Y luego, finalmente, el borrador inacabado de un telegrama dirigido a mi nombre, que no llegó a enviar:
«Ven a Temphill inmediatamente. Necesito tu ayuda...» Aquí terminaba el diario, en una línea de tinta que ondulaba hasta el borde de la página, como si hubiera dejado de serpear la pluma hasta fuera del papel."
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