No recuerdo de donde saqué este relato escrito por
Federico "Gorepriest" Agreda, del autor realmente no conozco mucho, pero con solo leer el título nos damos cuenta que se trata de algo realmente perturbador. Creo que para el siguiente post ya le bajaré al gore. Es muy corto por eso lo publico así.
Destrozando su Inocencia.....
Rompo el silencio en tu cuerpo, como una hoz que penetra la carne.
Despiadado crujiendo tus huesos y tragando la sangre que tu boca escurre. Carnal y absoluto te devoro cual bestia mientras sacio mi enfermedad orgásmica antinatural y tus desesperados alaridos me dejan una sonrisa que te observa con placer cruel.
Soy de los que acostumbran a deshacerse de lo que le molesta,
así que me deshice de tus extremidades que rocé con mi cuerpo pintándolo de un profundo y mórbido rojo. Te tomé del cuello y te alcé para darte un apasionado beso con el más puro amor que te tengo, pero vomitaste y te solté de nuevo en tu cama mientras llora
ba. Llenos de sangre y vómito, completamente desnudos, así estábamos.
Tomé mi traje de smoking y me lo puse encima, con corbata como te gustaba verme y te coloqué tu traje de gala blanco. Hasta cuando lloras te ves hermosa, cuando me miras con ira verdadera, cuando me miras con asco al masturbarme con tu ácido que tragaba, no había comido en horas así que todo ese desastre me sirvió para condimentar tus extremidades y el solo morder tu carne me excitaba.
Satisfecho entonces puse mi mano derecha sobre mi barriga y eructé. En los países árabes eso era señal de agradecimiento, pero sabía que esto no era suficiente, así que en tu último aliento te hice el amor reventando tu inocencia. Coloqué un vals en la radio, te tomé de las axilas y te sentí inerte sobre mí. Mi mano derecha sobaba tu pelo mientras que mi izquierda te sostenía de los glúteos mientras jugaba con tu vagina. Así entonces finalizó la cuadrilla y era tu turno de salir al escenario por lo que continué bailando para que nadie me quitase el privilegio de ser el primero. Salimos y fue entonces cuando morí y te vi en medio de una violenta multitud que me acribilló hasta desangrarme. En medio de ese doloroso silencio fue cuando te grité:
Adiós, mi amada quinceañera...!
P.D. La fotografía es de Raquel Izquierdo, por si quieren ver otras
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