"Sacamos el cuerpo del conde Norden en plena noche de noviembre, bajo unas estrellas que brillaban con un fulgor terrible, y condujimos enloquecidamente carretera arriba en la montaña. Teníamos que destruir el cuerpo por causa de los ojos; sí, de aquellos ojos que no querían cerrarse, sino que parecían haber fijado su mirada en un objeto a espaldas del observador. Debíamos aniquilar aquel cuerpo que diríase absolutamente vaciado de sangre, sin que hubiera traza alguna de herida; cuya carne aparecía cubierta de marcas luminosas, trazos y arabescos que cambiaban de forma y orientación ante los propios ojos de uno."
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