Caí por casualidad a este cuento de Joseph Thomas Sheridan Le Fanu, estaba buscando un poco más de información sobre las propiedades que se le atribuyen al té verde -principalmente la pérdida de peso-, esto porque en una platica decían que con sólo tomar té verde por la mañana y sin hacer nada empezarían a desaparecer mágicamenta las pinches lonjas, lo peor es tratar de hacerles entender que eso es físicamente imposible - me encabrona que la gente es huevona espera milagros en lugar de ponerse a hacer ejercicio-, lo bueno fue que gracias a esto leí el cuento y me encantó, tiene otro cuento llamado Carmilla que dicen fue en el que se baso Bram Stoker para escribir Drácula - no pendejadas como crépusculo, luna nueva etc..- a penas lo empezaré a leer, despúes pondré mis comentarios.
"Le dije —agregó— que antes de esto la bestia se había mostrado en ciertos sentidos agresiva. Me explicaré un poco más. Parecía guiarla una furia intensa y creciente en cuanto decía yo mis oraciones o, incluso, pensaba decirlas. Por fin se volvió aquello una interrupción espantosa. Se preguntará cómo podía hacer eso un fantasma silencioso e inmaterial. Así: cuando me proponía rezar, lo encontraba frente a mí, cada vez más cerca.
"Solía saltar sobre una mesa, el respaldo de una silla, el tablero de la chimenea; allí comenzaba a balancearse lentamente de un lado a otro, mirándome todo el tiempo. Hay en su movimiento un poder indefinible que disipa todo pensamiento, que ata la atención a ese ir y venir monótono, hasta que las ideas, por así decirlo, se encogen y terminan por no ser nada. Y a menos de sacudirme y eliminar esa catalepsia, siento como si estuviera a punto de perder la mente. Hay otros modos en que lo hace —y suspiró profundamente—. Por ejemplo, mientras rezo con los ojos cerrados, se acerca cada vez más y lo veo. Sé que no puede explicarse esto desde un punto de vista físico, pero en verdad lo veo, aunque tenga cerrados los párpados; hace que mi mente gire, por expresarlo de algún modo, y me domina y me siento obligado a no estar de hinojos. Si hubiera usted conocido esto, en verdad conocería la desesperación."
"Solía saltar sobre una mesa, el respaldo de una silla, el tablero de la chimenea; allí comenzaba a balancearse lentamente de un lado a otro, mirándome todo el tiempo. Hay en su movimiento un poder indefinible que disipa todo pensamiento, que ata la atención a ese ir y venir monótono, hasta que las ideas, por así decirlo, se encogen y terminan por no ser nada. Y a menos de sacudirme y eliminar esa catalepsia, siento como si estuviera a punto de perder la mente. Hay otros modos en que lo hace —y suspiró profundamente—. Por ejemplo, mientras rezo con los ojos cerrados, se acerca cada vez más y lo veo. Sé que no puede explicarse esto desde un punto de vista físico, pero en verdad lo veo, aunque tenga cerrados los párpados; hace que mi mente gire, por expresarlo de algún modo, y me domina y me siento obligado a no estar de hinojos. Si hubiera usted conocido esto, en verdad conocería la desesperación."
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